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Fundamentos Científicos y metodológicos de la Educación Ambiental

La ecología: El biólogo alemán E. Haeckel (1869) bautizó a este nuevo modo de conocimientos con la denominación ökologie, para definir la relación entre los seres vivos y su hábitat. El vocablo provenía del griego “oikos” (casa) y “logos” (razón, discurso). En su obra general Morphologie der organismen la definió como: “El estudio de las relaciones de un organismo con su ambiente inorgánico y orgánico, en particular el estudio de las relaciones de tipo positivo o amistoso y de tipo negativo con las plantas y animales con los que convive (Saura, 1982:23). Asimismo, el autor sostenía e insinuaba su característica básica: “Interrelación indispensable para el logro de una visión global y unitaria de la realidad” (Sureda y Colom, 1989:3). Pasados algunos años, específicamente en 1972, el biólogo estadounidense C. Krebs (1986:19) la definió como: “Estudio científico de las interacciones que determinan la distribución y la abundancia de los organismos”Odum (1972) indicó que ésta correspondía al: “Estudio de las relaciones de los organismos o grupos de organismos con su medio, o “la ciencia de las relaciones que ligan los organismos vivos a su medio”. Este mismo autor en conjunto con Sarmiento (1997:27), sostienen que la ecología es: “El estudio de los sistemas de soporte de vida de la tierra”. Y agregan que en la actualidad:

“Es la ciencia básica del ambiente, y la disciplina integradora para construir puentes de comunicación entre la ciencia y la sociedad, necesaria para favorecer en la población un alfabetismo ambiental”. Para Margalef, (1995:8), la ecología es: “la biología de los ecosistemas”.  Este estudio de los ecosistemas se entiende a un nivel en el cual los organismos pueden ser considerados elementos de interacción ya sea entre ellos, ya sea con su ambiente (Margalef, 1981). “Lo menos que se le puede pedir a la ecología es que nos permita comprender, de qué manera los diversos organismos se ajustan unos a otros en el seno de su medio físico, dando como resultado la estupenda variedad y la sutil melodía a la biosfera, como esta misma biosfera se crea o se recrea continuamente a sí misma” (Margalef, 1980:1). Para González, (1981) la ecología es la ciencia que estudia los ecosistemas. “La ecología, acepta la posibilidad de comprender la naturaleza y, esta creencia (pues no se puede probar) es, precisamente una medida de su pretensión de ser considerada como una ciencia (Margalef, 1995:881). Para la ecología, la realidad está organizada como una jerarquía de niveles. El nivel a describir será el de los ecosistemas, es decir, el de los biosistemas formados por elementos vivos y no vivos en compleja interacción (Cañal et al., 1985). Así, para comprender de manera más holista los fundamentos de este complejo mundo nuestro es necesario pensar en términos de niveles de organización integrados.

Una característica particular de las Ciencias Naturales ha sido la especialización en las materias tratadas. Sin embargo, la experiencia nos indica que es necesario avocarnos a una tendencia más globalizadora, indispensable para entender el funcionamiento de la naturaleza en su conjunto.

Para González, (1981:14) “La ecología llama la atención sobre la necesidad de estudiar la naturaleza no en forma analítica o sectorial, describiendo procesos aislados e inconexos, sino poniendo el acento en visiones de conjunto.”

La teoría ecológica desborda los límites de la tradicional ecología empírica y nos conduce a encontrar relaciones más realistas con diversos aspectos filosóficos y culturales de los conocimientos contemporáneos (Margalef, 1980). En el mundo real, la verdad es que si bien los hallazgos a cualquier nivel dado ayudan en el estudio de otro nivel, éstos no pueden explicar completamente los fenómenos que ocurren en ese nivel, que también deben ser estudiados para obtener el panorama completo; el holismo (Odum y Sarmiento, 1997).

La ecología es una ciencia de síntesis, que combina materiales de diferentes disciplinas con puntos de vista propios y ha de tener como meta exponer de manera simplificada y hasta donde sea posible, el funcionamiento de la naturaleza (Margalef, 1995).

Finalmente se argumenta que en ecología coexisten dos orientaciones. Una de ellas, intenta hacer de ésta una disciplina esencialmente enfocada a estudios concretos de la realidad ecológica, y otra, pretende que la ecología sea una ciencia de sistemas, abierta a la incorporación e integración de las aportaciones de muy diversas materias (García, 1995). En este principio encontramos una idea educativa troncal: la interdependencia. Trabajar las cuestiones medioambientales bajo este ideal implica ayudar a los educandos a comprender que los sistemas ambientales son conjuntos en los que todos los elementos del sistema están estrechamente interconectados con otros.

Por lo anteriormente señalado, se hace imprescindible que para el estudio de estas interacciones se necesite de algún tipo de parámetro que acote el espacio y los propios elementos de la relación. Ello se solventa utilizando un principio organizativo, en el fondo un verdadero modelo, denominado: ecosistema (Sureda y Colom, 1989).  En consecuencia el verdadero nivel de atención de la ecología es el ecosistema entero (Margalef, 1995). La importancia de este concepto radica en que es estructurante concatenante. Su entendimiento y comprensión implica una nueva manera de pensar, sentir, actuar y evaluar. Este concepto puede ser comunicado con más facilidad a una mayor diversidad de personas, dado su carácter multirelacional, consiguiendo con ello poder transferir sus aprendizajes a la vida diaria y al conocimiento común.

Drouin, (1987) concibe el ecosistema como el punto de encuentro entre los elementos constituyentes, pero también como puntos convergentes de encuentro entre las ciencias biológicas y otros campos del saber.

Uno de los principios más sobresalientes de la teoría ecológica desde el punto de vista del concepto global de ecosistema, es que este muestra la integridad entre factores del entorno abiótico y biótico, existe un acoplamiento estructural en el sistema (Maturana y Varela, 2003), hay patrones de interacción recurrentes entre una unidad autopoyética y otra o entre una unidad autopoyética y su entorno (Maturana y Varela, 2003). De esta manera, la importancia del concepto de ecosistema cobra relevancia y validez para abarcar los principios de la ciencia ecológica.

 Sureda y Colom (1989:33) indican que: “Todo ecosistema para funcionar necesita, en casi su totalidad, la energía que le proporciona el sol, esta energía es transformada en materia por aquellos organismos que fotosintetizan. De estos organismos la energía y la materia pasa a los consumidores y de estos a los descomponedores que mineralizando la materia orgánica muerta la pasan nuevamente a disposición de los productores cerrándose así el ciclo de la materia. De este modo la utilización de la energía química, presente en la biosfera resulta cíclica y el correcto funcionamiento de estos ciclos biogeoquímicos es condición indispensable para el mantenimiento de la vida”

Los ecosistemas se caracterizan por ser sistemas abiertos, en interacción con otros adyacentes, de forma que el mantenimiento de su estructura interna se logra mediante un intercambio constante de materia, energía e información entre sus propios elementos y los de otros (Cañal et al., 1985). Comprender nuestro planeta como medio dinámico nos lleva a entenderlo bajo la óptica de un sistema autopoyético (Maturana y Varela, 2003). Es decir, un sistema que toma del medio los elementos necesarios para mantener su dinamismo y crear a la vez nuevos elementos a partir de lo tomado para mantener la continua producción de sí mismo.

Esta nueva característica de los sistemas abiertos nos remite a comprender nuestro propio mundo en un modelo de circularidad y retroactividad constante.

Las unidades necesarias para su funcionamiento son:

I.- Elementos abióticos (compuestos básicos inorgánicos y orgánicos).
II.- Productores (vegetación en el ecosistema terrestre, fitoplancton en el acuático).
III.- Macroconsumidores o animales:

(A) Herbívoros directos o ramoneadores
(B) Consumidores indirectos o detritívoros 
(C) Carnívoros de la cúspide de la pirámide ecológica